Salome Martínez

Sin artificios ni alardes técnicos, la cinta Piedad es una obra maestra

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Piedad

 

Por Sonia Contreras

El extraordinario director Kim Ki-duk mantiene un nivel excepcional en su, definitivamente, brillante carrera. Piedad, (Corea del Sur, 2012) obra que se presentó en la Cineteca Nuevo León, dentro de la 55 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, confirma esto de manera majestuosa. Sin mucho artificio ni alardes técnicos, con una total sobriedad,  Piedad es definitivamente una obra maestra.

La  55 Muestra-que se proyecta del 8 de enero al 28 de febrero en Monterrey- es organizada por el CONARTE, a través de la Cineteca Nuevo León y en colaboración con CONACULTA.

Kang-do (Lee Jung Jin) es un amedrentador, cobrador profesional, cruel, que se encarga de saldar las deudas que una serie de obreros tienen con usureros de alto vuelo. Las acciones, ejecutadas con frialdad por Kang-do, son finamente manejadas por el director, quien nunca cae en lo grotesco, a pesar de transmitir todo el horror de esas bestialidades.

La tarea del hombre sin piedad es ir mutilando a los deudores que no pueden pagar un interés del  10% y, de 3 mil que se les presta, terminan debiendo 30,000, en una operación diseñada como ratonera para que, quien adquiere la deuda, tenga que pagar inevitablemente la cantidad mayor. Gracias a la mutilación, estás personas podrán cobrar un seguro que les permita pagar la deuda. Ante la suplicas de estas pobres presas, incluyendo a sus seres cercanos (una esposa, una madre), Kang-do no tiene piedad.

La personalidad de Kang-do es el eje de toda la película: a Kim Ki-duk parece importarle claramente explicarnos por qué Kang-do; su razón de ser, su origen y quizá el nodo de sus sentimientos, si es que los tiene. Por supuesto que existen y eso lo pone en relieve la aparición de una mujer misteriosa. La mujer lo sigue a todas partes y se empeña en presentarse como su madre, quien vuelve después de abandonarlo 30 años atrás. En su actuación, esta mujer logra una actuación vehemente que la lleva  golpear a los mutilados por su hijo, sólo porque le prometen que se quemará en el infierno.

La supuesta madre se torna en realidad como una especie de ángel que blande su espada para castigar a Kang-do y, sin embargo, logra una especie de redención en este ser inclemente. Con la llegada de su supuesta madre, la frialdad de Kang-do desaparece, o bien, se explica: “tengo miedo de que te vayas otra vez”, le dice mientras come la cena preparada por ella.

Cuando cree que ella ha sido secuestrada  por algún rencor vengativo, Kim Ki-duk juega con el aspecto de la consciencia, que desmonta la supuesta crueldad, al tiempo que da otra vuelta de tuerca proponiendo el castigo.

En realidad, parece decirnos Kim Ki-duk,  Kang-do tiene un pensamiento, brutal, pero propio, de la vida y sus reglas. “Vaya costumbre pedir prestado y no pagar”, le dice a una mujer que lo llama “pedazo de mierda”, ante el dolor de ver a su esposo sin pierna.

Otro matiz interesante es el erótico.  La película abre con Kang-do masturbándose en su cama, antes de ir a “cobrar”. La relación a ratos edípica con la madre, parece proponer ese vacío afectivo como motor de su crueldad. Todo esto en la obra de un cineasta que es ya, uno de los más grandes de la historia.

Más información en la página www.conarte.org.mx o bien a través de facebook: CONARTE NUEVO LEÓN y por twitter: @conartenl.

 

 

 

 

 

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