Salome Martínez

El sexo y los escolares; problema que crece y nadie le atiende en Nuevo León

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Por Fanny Martínez

 

Idalia Álvarez, una maestra de una escuela secundaria del norte de la metrópoli no daba crédito a lo que observa en  el salón de clases  en donde había notado movimientos extraños de los alumnos: Puestos en círculo un grupo de estudiantes recibían sexo oral de una de sus compañeras.

Ese es tan sólo uno de los muchos casos de niños de entre 12 y 15 años de edad, en los cuales figuran jovencitas que juegan a hacer adultas con su cuerpo hasta vivir un embarazo y una maternidad prematura que luego las coloca en la realidad.

Para ellos y ellas el juego sexual representa la distracción de los problemas que enfrentan en el seno de su casa, en su familia, con padres alcohólicos, ludópatas o bien la desintegración familiar.

Para el sociólogo  e investigador universitario Raúl Ángel Rubio Cano, este tipo de juegos sexuales entre niños y adolescentes obedece entre otros factores incontrolables a la televisión – la telebasura como le llama-  y las redes sociales, así como la influencia de los contenidos ultraliberales de series televisivas estadounidenses.

En una gran mayoría, destaca, son filmados  y exhibidos como un trofeo, una especie de demostración de fuerza y liderazgo y advierte de hechos que van más allá.

Se trata de un fenómeno que también ha surgido en algunos planteles en el cual se alcanza el liderazgo al jugar a sofocarse o ahorcarse y quien logre sobrevivir es considerado líder.

Al respecto, la maestra Álvarez recuerda el caso de una jovencita  de 14 años, estudiante de secundaria que “molesta con su madre porque le impidió salir de casa, colocó una soga en su litera y la puso en su cuello, pero al intentar grabarse se le cayó el teléfono y al pretender recogerlo prácticamente se ahorcó y quedó inconsciente”.

En el hospital los médicos afirmaron a los padres que quedaría en estado vegetativo o se le desconectaban los aparatos; optaron por esto último.

La profesora ha sido testigo de distintos casos como el de otra joven cuyo padre  prácticamente la obligaba a buscar novio y casarse o vivir en unión libre para  deslindarse de una responsabilidad.

En otros casos, como el de la niña que hacía sexo oral con sus compañeros, tenía la influencia de su madre que a la vista de sus hijos los hacía, escena que se le grabó como un juego.

El sociólogo Rubio Cano dice que además de los ejemplos que tienen en familia al habitar en minicasitas casi hacinados sin espacios mayores, la mercadotecnia y la utilización de la mujer como objeto sexual en la televisión contribuyen a agudizar el problema.

La referencia que tienen los pequeños y adolescentes es la telebasura, la infraestructura de revistas y pasquines dedicados al sexo y aún las pláticas de sus mayores sobre el tema, permiten que adopten un patrón de vida para jugar al adulto a temprana edad, explica.

Para la maestra Idalia Álvarez aunque no es generalizado, si se presentan decenas de casos en los planteles escolares, principalmente en los enclavados en zonas deprimidas económicamente, empero añade, “a las autoridades educativas les interesa el aspecto académico y los resultados, más no esta problemática y cada vez es mayor el número de adolescentes que se embarazan y abandonan sus estudios”.

Como una forma de paliar el problema, grupos de maestros han establecido una red de vigilancia para evitar esos juegos, sin embargo, al traspasar los muros de la escuela hacia la calle, ya nada pueden hacer.

También se enseña a los jóvenes la forma en que su cuerpo va cambiando, que lo conozcan y sus consecuencias de actuar irresponsablemente y a temprana edad, indica.

El investigador Rubio Cano cree que el Estado mexicano debe ser más riguroso en el manejo de la actividad sexual en la televisión y, recomienda que las autoridades de salud y educativas diseñen planes concretos que permitan crear conciencia entre los niños y adolescentes.

Pero ambos ven el origen del problema en la decadencia de un sistema sociopolítico que ha sido incapaz ya no de brindar los satisfactores básicos para una vida decorosa, sino que empuja a los grupos más vulnerables a adoptar patrones de vida no éticos.

“Un sistema que ha fracasado, que no ha tenido la capacidad de atender a los niños y jóvenes que encuentran en ese tipo de desviaciones la salida a males generados en su familia  la que a su vez es víctima de la falta de oportunidades de desarrollo”, asienta Rubio.

Los niños manifiestan su curiosidad al mirarse y tocarse para explorar su propio cuerpo o el de otros niños, afirma a su vez la psicóloga María Emilia Alvarado Ramírez.

Especialista en apoyo a infantes y quien ha trabajado para el sector público en el ramo, cree que los gobiernos no han profundizado en la solución a este problema y atribuye a ello entre otros factores a la falta de continuidad de programas de las administraciones.

Destaca que al momento que los adultos establecen reglas y están al cuidado de los hijos, éstos mantienen una formación que no trasgrede esos reglamentos, pero, advierte, los niños atisban a integrantes de la familia en el baño, cuando se visten o detrás de puertas o ventanas.

Hoy en día, ven internet y leer revistas con temas sexuales, aunque es difícil en ocasiones establecer comportamientos sexuales normales o los que indiquen que un niño está en problemas, manifiesta.

Jesús Roberto Delgado Tellez, psicólogo, terapeuta sostiene que los juegos sexuales de los niños se dan en la escuela como diversión entre infantes de similar edad y que tienen un desarrollo social y emocional casi idéntico.

Recuerda que a los 5 años ya hacen preguntas por su cuerpo y en educación primaria experimentan con niños de su edad y se autoestimulan en privado.

Ambos profesionistas recomiendan el diálogo padres-hijos desde temprana edad sobre temas de sexualidad y el cuerpo, pero recalcan la necesidad de que el gobierno refuerce los programas  al respecto, que tal pareciera que prácticamente no existen o no se aplican por burocratismo o por celos de funcionarios pasajeros que no aceptan lo bueno de sus antecesores y pretenden colocar su propio sello.

Sin dejar de restarle importancia a los casos que se presentan, afirman que aún no es extremo el problema en Monterrey, pero si encienden la alerta ante el riesgo de dispararse el número.

Coinciden en que el conservadurismo de una urbe como Monterrey que conserva, pese a su vida cosmopolita, valores familiares, ha impedido que este fenómeno se extienda.

Los focos rojos están ahí, la alerta se enciende, se está a tiempo de atajar el mal, de lo contrario, no habrá forma de detener estas manifestaciones sexuales en los centros escolares, advierte la maestra Idalia Álvarez.

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